Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el consumo elevado de sodio está asociado con un mayor riesgo de accidente cerebrovascular, enfermedades cardiovasculares, enfermedad coronaria y enfermedad renal. Reducir la ingesta de sodio disminuye significativamente tanto la presión arterial sistólica como diastólica en adultos y niños.

Sin embargo, reducir el sodio puede ser un desafío. La sal no solo proporciona un sabor agradable, sino que también sirve como un ingrediente multifuncional que afecta aspectos como la reología, el punto de congelación, la actividad del agua, la hidratación de proteínas y la unión de lípidos. Lograr un equilibrio en la reducción de sodio mientras se mantiene la palatabilidad y funcionalidad de los productos alimenticios es esencial, ya que los consumidores esperan que el sabor de las alternativas con menos sodio sea igual o al menos similar a los productos convencionales. Priorizar la reducción de sodio sigue siendo un reto vital de la salud pública dado su impacto directo en la reducción del riesgo de enfermedades cardiovasculares y renales graves.